El curita de La Jalca, conocedor de la enorme fuerza y gran espíritu de Juan Osito, un día le llamó y le dio el siguiente encargo:
- Anda a la cueva de Cátuc, golpea una puerta que hay ahí y luego pídele al señor Shapingo un documento que tiene que entregarme.
Sucede que este curita había firmado pacto con el diablo y, como ya se cumplía la fecha de su vencimiento, quería recuperar el documento para salvar su alma.
- Te daré mucho dinero y una mula bonita si traes lo que te digo - ofreció el curita.
Juan Osito fue a la cueva de Cátuc con toda tranquilidad para cumplir el encargo. Golpeó la puerta. Y esperó, en vano, que alguien la abriera. Volvió a golpear una y otra vez; pero nadie respondía. Entonces tocó con más fuerza e insistencia. Al fin, salió una vieja bruja con semblante terrorífico, quien preguntó con voz colérica:
- ¿Qué quieres muchacho? ¡Qué atrevimiento es éste?
- Necesito hablar con Shapirús - respondió muy tranquilo, Juan Osito-, es sobre un documento del curita.
- Él está descansando, pues recién ha llegado de viaje y está un poco mareado - replicó más enojada todavía la vieja.
Y quiso cerrar la puerta en las narices de Juan Osito; pero éste dio un fuerte empujón, haciendo que la vieja cayera de espaldas. Luego entró indagando, mirando por aquí y por allá.
El salón era muy espacioso y estaba elegantemente amueblado. En las paredes había muchos cuadros con retratos. Y sentado en un sillón, al fondo, roncaba Shapirús. Su cola serpenteaba debajo de las sillas. Sus cuernos eran todavía pequeños y su aspecto era el de un hombre atlético y de pelea.
Rapidito se dirigió Juan Osito a su lado y empezó a palmearle en la espalda:
- ¡Compadre, compadrito, despierta! - le susurraba.
Shapirús, algo sonámbulo y cansado, abrió los ojos. Al ver a un individuo extraño en su palacio se sorprendió muchísimo; pero lo disimuló muy bien. Y con un aliento de tragos cortos preguntó:
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
- Vengo por un documento del curita y lo necesito cuanto antes. Pues estoy bastante apuradito - respondió Juan Osito.
Al verlo todo tranquilo, sin nada de miedo, Shapirús se sorprendió más y quiso reaccionar, levantarse de su cómodo sillón. Pero Juan Osito fue más ágil y con su filudo sable le cortó un pedazo de su oreja.
- ¿Me das el documento o lo llevo tu oreja al pueblo?- le amenazó al cornudo.
Shapirús no quería entregar el documento; más bien se puso a rogar a Juan Osito para que le devolviera su oreja. Pero éste tampoco quería ceder. Así, después de tanto discutir, a Shapirús no le quedó más remedio que entregar el documento.
Antes de salir de la cueva, contento de su triunfo, Juan Osito se despidió de Shapirús con palmaditas, ante la mirada atónita de la bruja. Llegó al convento y le entregó el documento al curita, quién no podía salir de su asombro.
Luego cobró la recompensa por sus valiosos servicios y, además, recibió la bendición del curita.
Autor:
Napoleón Culqui Valdez
Obra:
“Las Aventuras de Juan Osito El Jalquino”
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